Karla Maldonado le lleva la ventaja al síndrome de Down
- Giovanny Vega De Lleguas
- 21 mar 2019
- 4 Min. de lectura
El síndrome de Down no ha sido una limitación para que la tenista puertorriqueña, Karla Maldonado Rodríguez, subiera al podio en repetidas ocasiones, representando a la Isla por el mundo, con raqueta de tenis y maleta de viaje en mano.
“Me siento feliz por los logros de estos (años jugando tenis), por las medallas y todos estos premios”, mencionó la tenista, quien ha participado en tres Juegos Olímpicos Especiales desde que comenzó a jugar tenis de campo en el 2001.
Maldonado Rodríguez ha desarrollado una exitosa trayectoria de 18 años en el deporte con apariciones en los Juegos Olímpicos Especiales de Irlanda 2007, China 2011 y Grecia 2015; acumulando medallas de oro, plata y bronce. Sin embargo, para la atleta, estos reconocimientos pasan a segundo plano en la mayoría de las ocasiones.
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“Yo me siento bien en dobles y sencillos. Me encanta, porque yo juego bien lindo, bien bonito”, continuó diciendo una risueña Maldonado Rodríguez, mientras miraba sobre la mesa la decena de premios que ha ganado en su carrera deportiva.
La menor de dos hermanos ha jugado en Brasil, México, Bolivia, Ecuador, Panamá y su tierra, Puerto Rico; en eventos que incluyen Mundiales y Juegos Panamericanos y Latinoamericanos.
Aunque reconoció que “entrar a la cancha de tenis es complicado”, afirmó que siempre lo hace con perseverancia, la misma que aprendió del lema “quiero ganar, pero si no puedo ganar, quiero ser valiente en el intento”. Para la deportista, lo más importante para ella es ver a sus padres, Víctor Maldonado Cruz y Carmen Rodríguez Cabrera, observándola desde las gradas sabiendo que sin haber jugado, ya ganaron juntos.
“Creo que Karla ha desarrollado muchas destrezas buenas. Ella es bien responsable con sus alarmas, ella sabe los horarios de práctica y está pendiente. Ha adquirido ese compromiso, disciplina e independencia”, expresó Rodríguez Cabrera, refieréndose al desarrollo que ha percibido en su hija y otros compañeros de la delegación boricua.
Por otro lado, el padre de la atleta detalló que el programa deportivo está diseñado para lograr la independencia en cada uno de los atletas, por lo que los padres no viajan junto con la delegación y se mantienen lo más distante de ellos durante las competencias. Según Maldonado Cruz, esto permite que el cuerpo técnico y los propios jugadores puedan concentrarse durante el evento. Conforme a él, esa filosofía deportiva ha sido esencial en el crecimiento de su hija hasta hoy, para lograr una vida adulta plena y mucha más inclusión en la sociedad.
El programa de clasificación a estas competencias especiales se realiza a través de invitaciones o mediante sorteos en los que, dependiendo de los espacios solicitados y los fondos para llevar a cabo la misión, se escoge la delegación. Para la edición que se realiza actualmente en Abu Dabi, la tenista quedó como reserva en caso de que algún otro competidor no pudiera realizar el viaje.
Cada competencia fuera de Puerto Rico es una aventura, pero en ese regreso a la Isla, es cuando la pareja nota que entre viaje y viaje por el mundo, su hija ha ganado mucho más que medallas. La tenista de 33 años carga entre su equipaje el liderazgo, la disciplina, la valentía y la independencia que ha ido ganando cada vez que toma una raqueta para entrenar o jugar en un evento internacional.
“(Lo más que me gusta son) los restaurantes y todos los cuartos que compartimos. Se comparte con los demás atletas”, reconoció la jugadora, mencionando los viajes a Grecia y el más reciente a República Dominicana como sus favoritos.
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Por su parte, la madre de la tenista afirmó que para el primer viaje ella fue quien preparó la maleta, pero eso ha cambiado con el tiempo, a medida que ve más responsabilidad en su hija. “Esa primera maleta de Karla para Irlanda la preparamos nosotros. De vuelta vino ropa que no era de ella, faltó ropa de ella también. Con los años, ella ha aprendido a hacerse responsable de su maleta y sus pertenencias”, dijo.
Esa disciplina, que ha llegado a través del deporte, se ve reflejada en la organización de su cuarto, ropa y diario vivir. Ahora la atleta es mucho más atenta con su equipo de juego, organiza la ropa con mucha más dedicación y se mantiene atenta a sus compromisos. Su agenda consiste en asistir dos veces en semana a los entrenamientos y a Placita 21, un proyecto agrícola de la Fundación Puertorriqueña de Síndrome Down en el que participan personas con trisomía 21, para realizar sofrito, ‘pique’ y alcoholado.
Ahora todo apunta a que Maldonado Rodríguez será quien prepare su equipaje para viajar a la próxima justa deportiva. La tenista puertorriqueña aseguró que sus ojos están puestos en “el próximo año, en Alemania y Paraguay”.
Aboga por más educación y oportunidades
Aunque las experiencias que ha ido cosechando la tenista han promovido el sentido de independencia y responsabilidad, el deseo de su madre es que esa alteración genética también se refleje en más oportunidades y aceptación para las personas con síndrome de Down. Rodríguez Cabrera sostuvo que la clave está en la educación, para que se reconozcan las capacidades de personas como su hija e identifiquen cómo pueden aportar a la sociedad.
“Necesitamos más oportunidades para que todos podamos aprender juntos. Se abren puertas, pero tenemos que continuar trabajando. Falta mucho camino por recorrer”, opinó Rodríguez Cabrera.
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Tiene una trayectoria de 18 años en el deporte. Foto: Giovanny Vega De Lleguas.
Desde el nacimiento de Maldonado Rodríguez, la pareja se vio obligada a viajar desde Corozal hasta San Juan, para que su hija recibiera los beneficios de los programas para personas con síndrome de Down. No obstante, en la actualidad, desea que esos servicios se ofrezcan en diferentes partes de la Isla, para atender efectivamente a más personas.
“Necesitamos colaborar, ayudar y promover proyectos para que puedan desarrollar destrezas, para que puedan vivir”, recalcó su madre.
“Hay falta de educación, porque no todos servimos para todo, pero todos servimos para algo”, concluyó Rodríguez Cabrera.
En Puerto Rico, durante el periodo de 2011 a 2015, la prevalencia de niños con síndrome de Down ascendió a 12.98 por cada 10 mil infantes nacidos, de acuerdo con el informe anual de defectos cromosómicos y genéticos.
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